Sepultura de Sara. |
Fue la vida de Sara ciento veintisiete años; tantos fueron los años de la vida de Sara.
Y murió Sara en Quiriat-arba, que es Hebrón, en la tierra de Canaán;
y vino Abraham a hacer duelo por Sara, y a llorarla.
Y murió Sara en Quiriat-arba, que es Hebrón, en la tierra de Canaán;
y vino Abraham a hacer duelo por Sara, y a llorarla.
Las primeras lagrimas |
Interesante, que en este capítulo se menciona por primera vez en la Biblia, que alguien llora. En este caso, nuestro padre Abraham, llorando por la muerte de su amada Sara. Es curioso, que en ningún episodio anterior se mencionaran lágrimas, no hubo lágrimas cuando Adán y Eva pecaron, ni cuando fueron expulsados del Jardín del Edén, ni cuando Dios mandó el diluvio, ni cuando Abraham despide a su hijo Ismael, ni cuando Dios le dice que sacrifique a Isaac. Es hasta este momento, de la muerte de una gran mujer, la matriarca de todos los que hemos de ser bendecidos por su fe, que se mencionan las lágrimas de nuestro padre Abraham.
En tiempos Bíblicos, las lágrimas eran atesoradas, en tiempos de Yeshúa incluso, se acostumbraba a utilizar unos pequeños recipientes para almacenar las lágrimas que se guardaban como un regalo de bodas, o un detalle romántico para el ser amado. Es posible, que ese sea el contexto de la mujer que derramó sus lágrimas a los pies de Yeshúa. Lucas 7:38 “Llorando, se arrodilló detrás de él a sus pies. Sus lágrimas cayeron sobre los pies de Jesús, y ella los secó con sus cabellos. No cesaba de besarle los pies y les ponía perfume”. Como detalle interesante, en YouTube puedes encontrar videos sobre las imágenes hermosas de las partículas de sal en las lágrimas, vistas a través de un microscopio, incluso, algunas tienen la forma de la cruz, y otros lindos diseños. Dios se conmueve con nuestras lágrimas, Él comprende nuestro dolor. Nuestro salvador Yeshúa, también lloró al experimentar el dolor de sus amigas, Martha y María, por la muerte de su hermano Lázaro. |
Leamos Juan 11:28-44 “Luego Marta regresó adonde estaba María y los que se lamentaban. La llamó aparte y le dijo: El Maestro está aquí y quiere verte. Entonces María salió enseguida a su encuentro. Jesús todavía estaba fuera de la aldea, en el lugar donde se había encontrado con Marta. Cuando los que estaban en la casa consolando a María la vieron salir con tanta prisa, creyeron que iba a la tumba de Lázaro a llorar. Así que la siguieron. Cuando María llegó y vio a Jesús, cayó a sus pies y dijo: —Señor, si tan sólo hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Cuando Jesús la vio llorando y vio que los demás se lamentaban con ella, se enojó en su interior y se conmovió profundamente. ¿Dónde lo pusieron? —les preguntó. Ellos le dijeron: —Señor, ven a verlo. Entonces Jesús lloró. Las personas que estaban cerca dijeron: ¡Miren cuánto lo amaba! Pero otros decían: Este hombre sanó a un ciego. ¿Acaso no podía impedir que Lázaro muriera? Jesús todavía estaba enojado cuando llegó a la tumba, una cueva con una piedra que tapaba la entrada. Corran la piedra a un lado, les dijo Jesús. Entonces Marta, la hermana del muerto, protestó: —Señor, hace cuatro días que murió. Debe haber un olor espantoso.
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Jesús respondió: —¿No te dije que si crees, verás la gloria de Dios? Así que corrieron la piedra a un lado. Entonces Jesús miró al cielo y dijo: Padre, gracias por haberme oído. Tú siempre me oyes, pero lo dije en voz alta por el bien de toda esta gente que está aquí, para que crean que tú me enviaste. Entonces Jesús gritó: ¡Lázaro, sal de ahí! Y el muerto salió de la tumba con las manos y los pies envueltos con vendas de entierro y la cabeza enrollada en un lienzo. Jesús les dijo: ¡Quítenle las vendas y déjenlo ir!”.
Interesante que este pasaje dice que Jesús se enojó en su interior, ante la muerte de Lázaro. Sin duda, ese enojo es santo, es por el sufrimiento humano causado por la muerte. La muerte provoca enojo, impotencia, tristeza, temor, lágrimas. Pero, veamos la solución a dicha tristeza, mencionada por Yeshúa ante la muerte de su amigo Lázaro. Juan 11:25-26 “Jesús le dijo: —Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá aun después de haber muerto. Todo el que vive en mí y cree en mí jamás morirá”. |
Edificando en la eternidad.
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Nuestro padre Abraham, nos enseña, una vez más, la actitud correcta ante la muerte de nuestros seres queridos:
1.- Llorar. No está mal llorar, desahogarnos, expresar nuestra tristeza ante la realidad de la muerte, aunque tengamos la esperanza de la vida eterna, la separación temporal de nuestros seres queridos, obviamente es dolorosa. 2.- Reflexionar en los funerales de nuestros seres queridos, que somos sólo extranjeros, y peregrinos en este mundo, y que sólo estamos de paso. Génesis 23:4 nuestro padre Abraham dice: “—Aquí estoy, vivo entre ustedes como forastero y extranjero. Por favor, véndanme una parcela de terreno para darle un entierro apropiado a mi esposa”. 3.- No escatimó en dar una sepultura digna a su esposa en la tierra prometida, sin duda en confianza y esperanza de la resurrección de los muertos. Interesante, que no invirtió en casas de piedra para ellos, a pesar de tener riquezas para poder hacerlo, siempre vivió en carpas, pero no escatimó en adquirir en un gran precio una tumba de roca. Sus tesoros no estaban en este mundo, sino en el porvenir. Mateo 6:19-21 “No almacenes tesoros aquí en la tierra, donde las polillas se los comen y el óxido los destruye, y donde los ladrones entran y roban. Almacena tus tesoros en el cielo, donde las polillas y el óxido no pueden destruir, y los ladrones no entran a robar. Donde esté tu tesoro, allí estarán también los deseos de tu corazón”. Nuestro padre Abraham, aun a pesar de su riqueza material, vivió en carpas, edificó altares de piedra, y compró una costosa cueva en la roca para sepultar al amor de su vida. |
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1 Pedro 1:23-25 “Pues han nacido de nuevo, pero no a una vida que pronto se acabará. Su nueva vida durará para siempre porque proviene de la eterna y viviente palabra de Dios. Como dicen las Escrituras: Los seres humanos son como la hierba, su belleza es como la flor del campo. La hierba se seca, y la flor se marchita. Pero la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta palabra es el mensaje de la Buena Noticia que se les ha predicado”.
Oremos juntos: Padre nuestro, que estás en los cielos, ayúdanos a recordar, que nuestra esperanza está en los cielos, de donde esperamos que regresará nuestro Salvador, el Hijo de la promesa dada a Abraham. Yeshúa, Tú eres la resurrección, y la vida, gracias a ti, podemos confiar, como nuestro padre Abraham, en la vida eterna, en la roca de su salvación, en aquel que secará todas las lágrimas de nuestros ojos, y nos reunirá con los que nos precedieron en esta esperanza, y con quienes algún día nos reunirás. |
Que ésta sea la esperanza que nos ayude a despedir a nuestros amados, y caminar como peregrinos por este valle de sombra de muerte, del que tú nos rescatarás.Por los méritos de Yeshúa. Amén.
Salmo 23 “El SEÑOR es mi pastor; tengo todo lo que necesito. En verdes prados me deja descansar; me conduce junto a arroyos tranquilos. Él renueva mis fuerzas. Me guía por sendas correctas, y así da honra a su nombre. Aun cuando yo pase por el valle más oscuro, no temeré, porque tú estás a mi lado. Tu vara y tu cayado me protegen y me confortan. Me preparas un banquete en presencia de mis enemigos. Me honras ungiendo mi cabeza con aceite. Mi copa se desborda de bendiciones. Ciertamente tu bondad y tu amor inagotable me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa del SEÑOR viviré por siempre”. Esto es: Simplemente Descubre la Biblia simple. Les espero en el próximo capítulo. |